Mostrando las entradas para la consulta 9 cuentos ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta 9 cuentos ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

9 Cuentos Perturbadores de Escritoras de la Literatura Universal que No Te Dejarán Dormir

 Nueve cuentos perturbadores de escritoras de la Literatura Universal que no te dejarán dormir




La literatura nos permite explorar los rincones oscuros de la mente humana y de la realidad misma. Estos nueve cuentos escritos por mujeres nos llevan a experimentar el terror desde la cercanía, tocando temas y situaciones que desafían nuestra percepción de lo cotidiano. Cada relato nos sumerge en atmósferas perturbadoras y nos invita a explorar lo desconocido desde una perspectiva única. Aquí te dejamos esta selección para octubre, o para cualquier momento en que quieras asomarte al lado más inquietante de la literatura.

"La voz" - Silvina Ocampo

¿Buscas literatura realmente perturbadora? Acércate a los cuentos de Silvina Ocampo, escritora argentina que supo jugar con lo extraño y llevarlo hasta sus límites. Admirada por Borges, Cortázar, Alejandra Pizarnik y Mariana Enríquez, Ocampo crea historias donde la percepción de la realidad se desmorona. En "La voz", uno de sus relatos más inquietantes, se narra la historia de un extraño noviazgo en el que interviene un misterioso gato, convirtiéndose en un elemento perturbador dentro de una trama llena de simbolismo. Lee el cuento aquí.

 

12 Cuentos Breves e Imprescindibles de Escritoras Mujeres para Estudiantes de Preparatoria

12 cuentos imprescindibles de escritoras para estudiantes de educación media superior

pintura de mujer leyendo
Mujer leyendo, «Clotilde en el estudio» 1900



Selección curada para bachillerato / preparatoria: temas, por qué leerlos y recursos para el aula.

Descubre 12 cuentos escritos por mujeres que todo estudiante de bachillerato debería leer. Relatos que abordan el amor, el poder, el miedo y la identidad, con voces literarias únicas y poderosas.

En esta selección encontrarás cuentos fascinantes escritos por autoras que han marcado la literatura universal y contemporánea. No solo destacan por su calidad literaria, sino también por su relevancia actual y su capacidad de conectar con lectores jóvenes, especialmente estudiantes de bachillerato, preparatoria o educación media superior.

Estos relatos exploran temas profundos, desde la naturaleza humana hasta el absurdo de la vida cotidiana, siempre con una perspectiva única y poderosa.


Índice de contenidos

  1. La lotería – Shirley Jackson
  2. Los que se marchan de Omelas – Ursula K. Le Guin
  3. Pájaros en la boca – Samanta Schweblin
  4. Dimensiones – Alice Munro
  5. La hostería – Mariana Enriquez
  6. La compañía de los lobos – Angela Carter
  7. Guerra en los basureros – Guadalupe Nettel
  8. La mujer más pequeña del mundo – Clarice Lispector
  9. Temps Perdu – Lucía Berlín
  10. La guerra no tiene rostro de mujer (frag.) – Svetlana Alexievich
  11. La culpa es de los tlaxcaltecas – Elena Garro
  12. El ama de casa de la clase media – Patricia Highsmith

La lotería – Shirley Jackson

En un pequeño pueblo, una tradición anual que parece inocente esconde una verdad macabra sobre el conformismo social. Denuncia la violencia ritual y la obediencia ciega, vigente desde su publicación.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

Los que se marchan de Omelas – Ursula K. Le Guin

Utopía con un secreto insoportable. Interroga la moral del sacrificio de unos pocos por el bienestar colectivo y cuestiona nuestras propias ciudades felices.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

escritora Ursula K Le Guin
Úrsula K. Le Guin


Pájaros en la boca – Samanta Schweblin

Una joven desarrolla un gusto inquietante por comer pájaros vivos. Con realismo inquietante, aborda la desconexión familiar y el miedo a lo incomprensible.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

Dimensiones – Alice Munro

Retrato íntimo de una mujer tras la violencia doméstica y la tragedia. Munro explora dolor, culpa y la posibilidad de recomenzar.

Escuchar el cuento · Leer el cuento


💡 ¿Ya encontraste tu próximo cuento favorito? Sigue leyendo y descubre historias que desafían lo que creías saber sobre el mundo…


La hostería – Mariana Enriquez

Gótico contemporáneo donde lo cotidiano y lo sobrenatural conviven. El miedo se vuelve paisaje emocional y social.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

La compañía de los lobos – Angela Carter

Relectura oscura de Caperucita Roja que explora deseo, cuerpo y autonomía. Carter subvierte roles y miedos sociales sobre la sexualidad femenina.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

Guerra en los basureros – Guadalupe Nettel

Madre e hijo sobreviven en los márgenes. Nettel muestra cómo la violencia y la precariedad moldean los vínculos y la esperanza.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

La mujer más pequeña del mundo – Clarice Lispector

Un hallazgo “exótico” en la selva desvela racismo y la mirada sobre lo otro. Lispector condensa filosofía y crítica social en breve espacio.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

ilustracion sobre clarice lispector
Clarice Lispector


Temps Perdu – Lucía Berlín

Relación entre una mujer y su madre moribunda, narrada con humor, ternura y memoria. Berlín ilumina lo cotidiano con precisión.

Escuchar el cuento · Leer el cuento


📚 Cada una de estas autoras tiene una voz única que merece ser escuchada. No te pierdas los relatos que vienen, ¡te van a sorprender!


La guerra no tiene rostro de mujer (fragmento) – Svetlana Alexievich

Testimonios de combatientes soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. Historias silenciadas que reescriben la memoria de la guerra.

Escuchar el fragmento · Leer el fragmento

La culpa es de los tlaxcaltecas – Elena Garro

Entre pasado prehispánico y presente, Garro cuestiona traición, identidad y destino con un tono poético y onírico.

Escuchar el cuento · Leer el cuento

El ama de casa de la clase media – Patricia Highsmith

Sátira de la vida doméstica y sus apariencias. Highsmith desnuda el deseo, el secreto y la disonancia entre imagen y verdad.

Escuchar el cuento · Leer el cuento


¿Por qué leer a escritoras mujeres?

Leer autoras abre perspectivas históricamente invisibilizadas. Estos cuentos invitan a debatir sobre género, poder, memoria y cultura; además, inspiran pensamiento crítico y escritura en el aula.

Sigue con: Beneficios de la lectura

Preguntas frecuentes

¿Puedo trabajar estos cuentos en clase?

Sí. Son ideales para análisis de tema, narrador, símbolos y debates guiados. Verifica siempre derechos de autor y usa ediciones legales.

¿Qué competencias promueven?

Comprensión lectora, pensamiento crítico, expresión oral y escrita, y sensibilidad intercultural.

¿Dónde conseguir versiones autorizadas?

Consulta bibliotecas digitales institucionales, editoriales oficiales y antologías con licencia. Evita repositorios no autorizados.

Lista de reproducción completa: Ver en YouTube

También te puede interesar: 9 cuentos perturbadores de escritoras · 10 novelas de autoras para jóvenes


10 libros para estudiantes de Preparatoria


Lecturas indispensables para estudiantes de bachillerato

gato y biblioteca vertical
Mi gato Catulo, gran lector


Más allá de los programas oficiales de Educación Media Superior, hay un conjunto de obras de literatura universal que todo estudiante mexicano/a necesita leer antes de haber concluido la preparatoria o bachillerato.

Esta lista es un repaso en la historia de la literatura. Está pensada para contribuir al proceso de formación y el gusto por la lectura. Por ese motivo, se encontrarán algunas obras no canónicas. Cabe resaltar que este conjunto de lecturas se encuentran disponibles en formato digital y audiolibro mediante una búsqueda rápida en cualquier buscador de internet.

Literatura universal básica para estudiantes de bachillerato

1. Poesía de Safo de Lesbos (poeta griega, 650/10 a.C - 580 a.C)

Su obra ha influido en poetas de todos los tiempos como Catulo, Hilda Dolilttle y Ezra Pound, entre otros. Se conservan solo fragmentos de sus poemas; sin embargo, la intensidad de las emociones que expresan es suficiente para dejar embelesado a cualquiera. Puedes leer sus poemas aquí.

2. Edipo Rey de Sófocles (dramaturgo griego, 496 a.C - 406 a.C.)

Tragedia clásica del teatro griego. Aquí como en ningún otro lugar entendemos lo ineludible del destino. Como toda obra dramática, se disfruta mejor cuando se mira la representación en vivo, aunque también se puede leer con el mismo efecto dramático. Puedes leer el texto aquí.

3. Romeo y Julieta de William Shakespeare (dramaturgo inglés, 1564-1616)

Una tragedia clásica de la literatura inglesa. Resulta indispensable conocer la historia de estos amantes ya sea por medio de la lectura o de alguna de sus adaptaciones. Lo puedes leer aquí.

Romeo y Julieta
Romeo y Julieta, pintura de 1884 de Frank Dicksee



4. Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz (escritora novohispana; 1648/51-1695)

La obra de la Décima Musa es la muestra de lo mejor del periodo barroco de la literatura novohispana. Su obra sigue vigente. Se puede leer desde sus varios ejes temáticos: el amoroso, el filosófico y el de la condición social de la mujer. Leer aquí.

5. Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe (escritor estadounidense; 1809-1849)

Estos cuentos se convierten inmediatamente en los favoritos de los lectores principiantes. El autor es el pionero del suspenso psicológico, el terror y el género policíaco. Entre las historias memorables de este libro están "El gato negro", "El corazón delator" y "La caída de la casa Usher". Puedes leer el texto aquí.

6. Frankenstein de Mary Shelley (escritora británica; 1797-1851).

Novela indispensable. Primera del género gótico y de la ciencia ficción. Cada lector descubrirá una serie de temas subyacentes a la historia entre Víctor y su creatura: la soberbia, el abandono, la violencia, entre otros, que convierten a esta obra en un mar inagotable para la lectura y la interpretación. Leer aquí.

Frankenstein



7. Cartucho de Nellie Campobello (escritora y bailarina mexicana; 1900-1986)

Este conjunto de relatos es indispensable para conocer la percepción de la Revolución Mexicana en el norte de México desde la mirada inocente pero no por ello ingenua, de una niña. Puedes leer el texto aquí.

8. El Llano en Llamas y Pedro Páramo de Juan Rulfo (escritor mexicano; 1917-1986)

Las dos publicaciones del autor en vida. El primero es un conjunto de cuentos y la segunda, una novela, ambos indispensables para cualquier lector/a mexicano/a. Retratan la nostalgia, la muerte y la desolación que se vive en los parajes destruidos por los conflictos sociales de México en la primera mitad del siglo XX. Lee El llano en llamas aquí.

9. Recuento de poemas de Jaime Sabines (poeta mexicano; 1926-1999)

Una serie de poemas entrañables sobre el amor, la vida y la muerte. Muestra de la poesía en verso libre y la poesía en prosa. Leer poesía aquí.

10. Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco (escritor mexicano; 1939-2014)

Novela breve que narra no solo la historia de amor de Carlitos por Mariana, sino que es un retrato de la cultura, valores y aspiraciones del México citadino de mediados del siglo XX.

Estas obras las recomiendo porque, al paso de los años, aún continúan significando algo para las y los estudiantes de bachillerato en México. Invito a cada profesor de literatura que comparta su propia lista.

En el siguiente podcast podrás conocer más de estas lecturas y autores.




¿Recomiendas otra lectura indispensable para el bachillerato?

Escribe un comentario.

Vivir para contarla - Gabriel García Márquez - fragmento

Fragmento del relato de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla





Introducimos

Gabriel García Márquez no solo fue uno de los escritores más importantes del siglo XX, sino también un narrador de sí mismo. En su obra autobiográfica Vivir para contarla, el autor colombiano nos abre la puerta a su mundo íntimo, sus recuerdos, sus amistades y las circunstancias que marcaron su vida profesional y literaria. Lejos de ser un simple recuento cronológico, este libro es un ejercicio de memoria lleno de humor, melancolía y lucidez. En sus páginas, “Gabo” convierte su vida en literatura, mostrándonos cómo las experiencias personales se transforman en materia narrativa. El fragmento que presentamos a continuación nos sitúa en un momento clave de su juventud, cuando el periodismo lo atrapó de manera inesperada y definió el rumbo de su carrera. Leer este pasaje es asomarse a la forja de un escritor que entendía la escritura como destino, oficio y pasión inseparables.


Biografía de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – Ciudad de México, 2014) fue novelista, cuentista, periodista y ensayista, además de una de las figuras centrales del “Boom Latinoamericano”. Criado por sus abuelos maternos, desde niño estuvo rodeado de historias orales que más tarde influirían en el universo mágico de su literatura. Estudió Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional de Colombia, aunque pronto abandonó los estudios para dedicarse al periodismo y la literatura.

En la prensa encontró no solo su primera escuela de escritura, sino también un compromiso social y político que lo acompañaría toda la vida. Como reportero, cubrió temas de gran relevancia en Colombia y en el extranjero.

Su fama internacional llegó con Cien años de soledad (1967), novela fundamental del realismo mágico y de la literatura universal. A lo largo de su carrera publicó también El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto, entre otras.

En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura, reconocimiento a una obra que mezcla lo real y lo imaginario con un estilo único. Su legado trasciende fronteras y generaciones, consolidándolo como uno de los grandes narradores de todos los tiempos.


Este fragmento de Vivir para contarla

El fragmento que compartimos muestra uno de los momentos más significativos en la vida de García Márquez: su llegada al periódico El Espectador y su transformación en “Gabo”, apodo que lo acompañaría para siempre. Más que un recuerdo personal, el pasaje revela cómo el periodismo se convirtió en un laboratorio de escritura que nutrió su obra: allí aprendió a observar la realidad con rigor, a captar los detalles de la vida cotidiana y a convertirlos en materia narrativa.

El texto también tiene valor histórico: recrea el ambiente del periodismo colombiano de los años cincuenta, las tensiones políticas y la pasión por la palabra impresa. Para los lectores, representa una ventana privilegiada al proceso creativo de uno de los autores más influyentes de la literatura universal, y explica por qué Vivir para contarla es una pieza clave para comprender la imagen pública y la intimidad literaria de Gabriel García Márquez.



El director de El Espectador, Guillermo Cano, me llamó por teléfono cuando supo que estaba en la oficina de Álvaro Mutis, cuatro pisos arriba de la suya, en un edificio que acababan de estrenar a unas cinco cuadras de su antigua sede. Yo había llegado la víspera y me disponía a almorzar con un grupo de amigos suyos, pero Guillermo me insistió en que antes pasara a saludarlo. Así fue. Después de los abrazos efusivos de estilo en la capital del buen decir, y algún comentario sobre la noticia del día, me agarró del brazo y me apartó de sus compañeros de redacción. «Óigame una vaina, Gabriel —me dijo con una inocencia insospechable—, ¿por qué no me hace el favorzote de escribirme una notita editorial que me está faltando para cerrar el periódico?» Me indicó con el pulgar y el índice el tamaño de medio vaso de agua, y concluyó:

—Así de grande.

Más divertido que él le pregunté dónde podía sentarme, y me señaló un escritorio vacío con una máquina de escribir de otros tiempos. Me acomodé sin más preguntas, pensando un tema bueno para ellos, y allí permanecí sentado en la misma silla, con el mismo escritorio y la misma máquina, en los dieciocho meses siguientes.

Minutos después de mi llegada salió de la oficina contigua Eduardo Zalamea Borda, el subdirector, absorto en un legajo de papeles. Se espantó al reconocerme.
—¡Hombre, don Gabo! —casi gritó, con el nombre que había inventado para mí en Barranquilla como apócope de Gabito, y que sólo él usaba. Pero esta vez se generalizó en la redacción y siguieron usándolo hasta en letras de molde: Gabo. No recuerdo el tema de la nota que me encargó Guillermo Cano, pero conocía muy bien desde la Universidad Nacional el estilo dinástico de El Espectador. Y en especial el de la sección «Día a día» de la página editorial, que gozaba de un prestigio merecido, y decidí imitarlo con la sangre fría con que Luisa Santiaga se enfrentaba a los demonios de la adversidad. La terminé en media hora, le hice algunas correcciones a mano y se la entregué a Guillermo Cano, que la leyó de pie por encima del arco de sus lentes de miope. Su concentración no parecía sólo suya sino de toda una dinastía de antepasados de cabellos blancos, iniciada por don Fidel Cano, el fundador del periódico en 1887, continuada por su hermano don Luis, consolidada por su hijo don Gabriel, y recibida ya madura en el torrente sanguíneo por su nieto Guillermo, que acababa de asumir la dirección general a los veintitrés años. Igual que lo habrían hecho sus antepasados, hizo algunas revisiones salteadas por varias dudas menores, y terminó con el primer uso práctico y simplificado de mi nuevo nombre:

—Muy bien, Gabo.

La noche del regreso me había dado cuenta de que Bogotá no volvería a ser la misma para mí mientras sobrevivieran mis recuerdos. Como muchas catástrofes grandes del país, el 9 de abril había trabajado más para el olvido que para la historia. El hotel Granada fue arrasado en su parque centenario y ya empezaba a crecer en su lugar el edificio demasiado nuevo del Banco de la República. Las antiguas calles de nuestros años no parecían de nadie sin los tranvías iluminados, y la esquina del crimen histórico había perdido su grandeza en los espacios ganados por los incendios. «Ahora sí parece una gran ciudad», dijo asombrado alguien que nos acompañaba. Y acabó de desgarrarme con la frase ritual:

—Hay que darle gracias al nueve de abril.

En cambio, nunca había estado mejor que en la pensión sin nombre donde me instaló Álvaro Mutis. Una casa embellecida por la desgracia a un lado del parque nacional, donde la primera noche no pude soportar la envidia por mis vecinos de cuarto que hacían el amor como si fuera una guerra feliz. Al día siguiente, cuando los vi salir no podía creer que fueran ellos: una niña escuálida con un vestido de orfanato público y un señor de gran edad, platinado y con dos metros de estatura, que bien podía ser su abuelo. Pensé que me había equivocado, pero ellos mismos se encargaron de confirmármelo todas las noches siguientes con sus muertes a gritos hasta el amanecer. El Espectador publicó mi nota en la página editorial y en el lugar de las buenas. Pasé la mañana en las grandes tiendas comprando ropa que Mutis me imponía con el fragoroso acento inglés que inventaba para divertir a los vendedores.

Almorzamos con Gonzalo Mallarino y con otros escritores jóvenes invitados para presentarme en sociedad. No volví a saber nada de Guillermo Cano hasta tres días después, cuando me llamó a la oficina de Mutis.

—Oiga Gabo, ¿qué pasó con usted? —me dijo con una severidad mal imitada de director en jefe—. Ayer cerramos atrasados esperando su nota.

Bajé a la redacción para conversar con él, y todavía no sé cómo seguí escribiendo notas sin firma todas las tardes durante más de una semana, sin que nadie me hablara de empleo ni de sueldo. En las tertulias de descanso los redactores me trataban como uno de los suyos, y de hecho lo era sin imaginarme hasta qué punto. La sección «Día a día», nunca firmada, la encabezaba de rutina Guillermo Cano, con una nota política. En un orden establecido por la dirección, iba después la nota con tema libre de Gonzalo González, que además llevaba la sección más inteligente y popular del periódico.

—«Preguntas y respuestas»—, donde absolvía cualquier duda de los lectores con el seudónimo de Gog, no por Giovanni Papini sino por su propio nombre. A continuación publicaban mis notas, y en muy escasas ocasiones alguna especial de Eduardo Zalamea, que ocupaba a diario el mejor espacio de la página editorial —«La ciudad y el mundo»— con el seudónimo de Ulises, no por Hornero —como él solía precisarlo—, sino por James Joyce. Álvaro Mutis debía hacer un viaje de trabajo a Puerto Príncipe por los primeros días del nuevo año, y me invitó a que lo acompañara. Haití era entonces el país de mis sueños después de haber leído El reino de este mundo, de Alejo Carpentier. Aún no le había contestado el 18 de febrero, cuando escribí una nota sobre la reina madre de Inglaterra perdida en la soledad del inmenso palacio de Buckingham. Me llamó la atención que la publicaran en el primer lugar de «Día a día» y se hubiera comentado bien en nuestras oficinas. Esa noche, en una fiesta de pocos en casa del jefe de redacción, José Salgar, Eduardo Zalamea hizo un comentario aún más entusiasta. Algún infidente benévolo me dijo más tarde que esa opinión había disipado las últimas reticencias para que la dirección me hiciera la oferta formal de un empleo fijo.

Al día siguiente muy temprano me llamó Álvaro Mutis a su oficina para darme la triste noticia de que estaba cancelado el viaje a Haití. Lo que no me dijo fue que lo había decidido por una conversación casual con Guillermo Cano, en la que éste le pidió de todo corazón que no me llevara a Puerto Príncipe. Álvaro, que tampoco conocía Haití, quiso saber el motivo. «Pues cuando lo conozcas —le dijo Guillermo— vas a entender que ésa es la vaina que más puede gustarle a Gabo en el mundo.» Y remató la tarde con una verónica magistral:

—Si Gabo va a Haití no regresará más nunca. Álvaro entendió, canceló el viaje, y me lo hizo saber como una decisión de su empresa. Así que nunca conocí Puerto Príncipe, pero no supe los motivos reales hasta hace muy pocos años, cuando Álvaro me los contó en una más de nuestras interminables memoraciones de abuelos. Guillermo, por su parte, una vez que me tuvo amarrado con un contrato en el periódico, me reiteró durante años que pensara en el gran reportaje de Haití, pero nunca pude ir ni le dije por qué.

Jamás se me hubiera pasado por la mente la ilusión de ser redactor de planta de El Espectador. Entendía que publicaran mis cuentos, por la escasez y la pobreza del género en Colombia, pero la redacción diaria en un vespertino era un desafío bien distinto para alguien poco curtido en el periodismo de choque. Con medio siglo de edad, criado en una casa alquilada y en las maquinarias sobrantes de El Tiempo  un periódico rico, poderoso y prepotente—, El Espectador era un modesto vespertino de dieciséis páginas apretujadas, pero sus cinco mil ejemplares mal contados se los arrebataban a los voceadores casi en las puertas de los talleres, y se leían en media hora en los cafés taciturnos de la ciudad vieja. Eduardo Zalamea Borda en persona había declarado a través de la BBC de Londres que era el mejor periódico del mundo.

Pero lo más comprometedor no era la declaración misma, sino que casi todos los que lo hacían y muchos de quienes lo leían estaban convencidos de que era cierto. Debo confesar que el corazón me dio un salto al día siguiente de la cancelación del viaje a Haití, cuando Luis Gabriel Cano, el gerente general, me citó en su despacho. La entrevista, con todo su formalismo, no duró cinco minutos. Luis Gabriel tenía una reputación de hombre hosco, generoso como amigo y tacaño como buen gerente, pero me pareció y siguió pareciéndome siempre muy concreto y cordial. Su propuesta en términos solemnes fue que me quedara en el periódico como redactor de planta para escribir sobre información general, notas de opinión, y cuanto fuera necesario en los atafagos de última hora, con un sueldo mensual de novecientos pesos. Me quedé sin aire. Cuando lo recobré volví a preguntarle cuánto, y me lo repitió letra por letra: novecientos.

Fue tanta mi impresión, que unos meses después, hablando de esto en una fiesta, mi querido Luis Gabriel me reveló que había interpretado mi sorpresa como un gesto de rechazo. La última duda la había expresado don Gabriel, por un temor bien fundado: «Está tan flaquito y pálido que se nos puede morir en la oficina». Así ingresé como redactor de planta en El Espectador, donde consumí la mayor cantidad de papel de mi vida en menos de dos años.

Fue una casualidad afortunada. La institución más temible del periódico era don Gabriel Cano, el patriarca, que se constituyó por determinación propia en el inquisidor implacable de la redacción. Leía con su lupa milimétrica hasta la coma menos pensada de la edición diaria, señalaba con tinta roja los tropiezos de cada artículo y exhibía en un tablero los recortes castigados con sus comentarios demoledores. El tablero se impuso desde el primer día como «El Muro de la Infamia», y no recuerdo un redactor que hubiera escapado a su plumón sangriento.

La promoción espectacular de Guillermo Cano como director de El Espectador a los veintitrés años no parecía ser el fruto prematuro de sus méritos personales, sino más bien el cumplimiento de una predestinación que estaba escrita desde antes de su nacimiento. Por eso mi primera sorpresa fue comprobar que era de veras el director, cuando muchos pensábamos desde fuera que no era más que un hijo obediente. Lo que más me llamó la atención fue la rapidez con que reconocía la noticia.

A veces tenía que enfrentarse a todos, aun sin muchos argumentos, hasta que lograba convencerlos de su verdad. Era una época en la que el oficio no lo enseñaban en las universidades sino que se aprendía al pie de la vaca, respirando tinta de imprenta, y El Espectador tenía los maestros mejores y de buen corazón pero de mano dura. Guillermo Cano había empezado allí desde las primeras letras, con notas taurinas tan severas y eruditas que su vocación dominante no parecía ser de periodista sino de novillero. Así que la experiencia más dura de su vida debió ser la de verse ascendido de la noche a la mañana, sin escalones intermedios, de estudiante primíparo a maestro mayor. Nadie que no lo conociera de cerca hubiera podido vislumbrar, detrás de sus maneras suaves y un poco evasivas, la terrible determinación de su carácter. Con la misma pasión se empeñó en batallas vastas y peligrosas, sin detenerse jamás ante la certidumbre de que aun detrás de las causas más nobles puede acechar la muerte.

[...]

Conluimos

Leer Vivir para contarla es una experiencia que va más allá de la autobiografía: es acompañar a Gabriel García Márquez en el descubrimiento de su voz como escritor y en la construcción de un universo literario que marcaría la historia de la narrativa universal. Este fragmento nos recuerda que cada página escrita por “Gabo” nace de la fusión entre la vida y la imaginación, entre la memoria y la invención. Su paso por el periodismo, sus amistades literarias y su visión crítica de la realidad nos muestran a un autor que supo transformar lo cotidiano en arte. Si te apasiona la literatura y quieres seguir descubriendo más sobre grandes escritores y sus obras, te invitamos a mantenerte cerca de este espacio. 

📚 Suscríbete al blog de Clases Drusila y no te pierdas nuestras próximas publicaciones con análisis, reseñas y guías de lectura pensadas para ti.

12 lecturas cortas de la colección Vientos del Pueblo del Fondo de Cultura Económica


¡Descubre la fascinante 
del Fondo de Cultura Económica!

Sumérgete en estas cautivadoras historias que te transportarán a diferentes épocas y lugares, llenas de emociones y reflexiones profundas. ¡Aquí tienes una selección de algunos de los títulos destacados de esta colección!

1. De noche vienes, de Elena Poniatowska

En este relato, seguimos la historia de Esmeralda, una enfermera acusada de poligamia. Con un enfoque humorístico y satírico, Elena Poniatowska aborda los prejuicios que enfrentan las mujeres que eligen vivir sus relaciones de manera poco convencional. A través de la trama, también critica la burocracia del sistema judicial mexicano. Con su estilo único, la autora nos sumerge en una historia llena de ironía y crítica social, invitándonos a reflexionar sobre los estereotipos de género y los obstáculos que enfrentan las personas que desafían las normas establecidas.

2. Bola de sebo, de Guy de Maupassant

En «Bola de Sebo» de Guy de Maupassant, nos adentramos en la Francia ocupada por los prusianos durante la Guerra Franco-Prusiana. Un grupo de pasajeros, incluyendo a la protagonista, Elizabeth Rousset, una mujer con reputación cuestionada, se encuentra atrapado en un carruaje mientras intentan huir de la ciudad. A medida que la tensión aumenta y las necesidades personales chocan con los principios morales, Elizabeth se convierte en el centro de una desgarradora historia que cuestiona la hipocresía social y la dignidad humana en tiempos de adversidad. «Bola de Sebo» es un relato conmovedor y profundo que examina la complejidad de la naturaleza humana en situaciones extremas.

3. La sunamita, de Inés Arredondo

«La sunamita» de Inés Arredondo es un relato cautivador que aborda de manera magistral temas como el deseo, la presión social y la ingenuidad. A través de la historia de una joven confrontada con una situación apremiante, cuando su tío moribundo la propone en matrimonio, la autora nos sumerge en un mundo de emociones intensas. Con un lenguaje desgarrador, Arredondo logra transmitir la oleada de sentimientos que vive la protagonista, generando una profunda reflexión sobre las relaciones de poder entre hombres y mujeres. En el contexto actual, este cuento adquiere una relevancia aún mayor al invitarnos a cuestionar dinámicas sociales arraigadas y a explorar la autonomía femenina.

4. Fusilados, de Nellie Campobello

«Fusilados» es un conmovedor fragmento de la obra «Cartucho» de Nellie Campobello. En este relato, la autora mexicana nos transporta a los días de la Revolución Mexicana, narrando con maestría las terribles escenas de ejecuciones su impacto devastador. Campobello logra transmitir la crudeza y la desolación de la guerra a través de su prosa emotiva y evocadora. En apenas unas páginas, nos sumerge en un mundo de injusticia y dolor, mostrándonos la realidad trágica de aquellos tiempos turbulentos en México. Una lectura imprescindible para comprender la historia y el sufrimiento humano.

5. El almohadón de plumas, de Horacio Quiroga

«El almohadón de plumas» de Horacio Quiroga es un relato de terror que cautiva desde la primera línea. La historia nos sumerge en un matrimonio aparentemente feliz, pero marcado por una misteriosa enfermedad que afecta a la joven esposa. Quiroga crea una atmósfera cargada de suspense y tensión, revelando poco a poco los detalles perturbadores que rodean la extraña dolencia. Con una prosa precisa y escalofriante, el autor uruguayo nos adentra en un mundo macabro y desconcertante. Este cuento corto es una joya literaria que nos deja con una sensación de inquietud y nos invita a reflexionar sobre los misterios ocultos en la cotidianidad.

6. Crímenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe


«Crímenes de la calle Morgue» de Edgar Allan Poe es un relato clásico del género policial que establece las bases del misterio moderno. El protagonista, el astuto detective C. Auguste Dupin, se enfrenta a un enigma aparentemente imposible de resolver: el brutal asesinato de dos mujeres en una casa cerrada. Poe utiliza una narración detallada y llena de intriga para sumergir al lector en la mente perspicaz de Dupin mientras desentraña los oscuros secretos del crimen. Este cuento pionero destaca por su ingenio y su impactante final, dejando una marca perdurable en el género de la literatura de suspense.

7. Subasta, de María Fernanda Ampuero

«Subasta» de María Fernanda Ampuero es un cuento impactante que explora la violencia y el poder desde una perspectiva cruda y desgarradora. A través de la historia de una mujer secuestrada y subastada por una banda criminal, la autora sumerge al lector en un mundo oscuro y perturbador. Con un lenguaje hiperrealista, el relato nos confronta con la brutalidad humana y la resistencia de la protagonista. Ampuero aborda temas sensibles y perturbadores con valentía, creando una narración intensa y provocativa. «Subasta» es una obra para aquellos dispuestos a adentrarse en las sombras más profundas de la condición humana.

8. La dama del perrito, de Antón Chéjov


«La dama del perrito» de Antón Chéjov es un cuento magistral que captura la complejidad de las relaciones humanas y los encuentros fortuitos. A través de la historia de un hombre casado que se enamora de una mujer durante sus vacaciones, Chéjov explora el amor, la infidelidad y la búsqueda de la felicidad. Con una prosa sutil y una profunda introspección psicológica, el autor nos sumerge en las emociones contradictorias de los personajes. Este relato cautivador invita a reflexionar sobre las limitaciones de la sociedad y las pasiones humanas. Una obra maestra que perdura en la memoria del lector.

9. La cruzada de los niños, de Marcel Schwob

En «La cruzada de los niños» de Marcel Schwob, somos transportados a la Edad Media, donde un grupo de niños emprende una valiente cruzada en busca de la Tierra Santa. A través de la mirada inocente y joven de los personajes, el autor nos sumerge en un viaje lleno de aventuras y desafíos. Esta obra basada en un hecho real nos invita a reflexionar sobre la fe, la pureza y la oscuridad inherente a la naturaleza humana. Schwob nos cautiva con su narrativa vívida y su capacidad para explorar la complejidad de las motivaciones y los dilemas morales de los protagonistas en una época tumultuosa.

10. El asesinato de Zapata de Felipe Ávila

«El asesinato de Zapata» de Felipe Ávila es un relato histórico que nos sumerge en los últimos días de Emiliano Zapata, icónico líder revolucionario mexicano. A través de una cuidadosa investigación documental y el uso de valiosos testimonios de personajes de la época, Avila reconstruye los acontecimientos que rodearon la vida de Zapata. Desde sus negociaciones con Guajardo hasta las conversaciones con sus familiares, el autor nos muestra la traición que sufrió en Chinameca. Este libro nos ofrece una visión profunda y conmovedora de uno de los momentos más trascendentales de la historia de México y del legado de Zapata.

11. Sfumato, Más azul de Elia Barceló

«Sfumato, Más Azul» de Elia Barceló es una obra fascinante que combina misterio y arte renacentista. En este intrigante relato, un asesinato se convierte en el enigma central, y los personajes intentan resolverlo a través de la interpretación de la técnica pictórica del sfumato. Barceló nos sumerge en un mundo lúdico y cautivador, donde el arte se entrelaza con la investigación criminal. Con una prosa hábil y envolvente, la autora nos invita a descubrir los secretos ocultos en las pinceladas y las sombras de los grandes maestros del Renacimiento. Una obra que deleitará a los amantes del arte y los aficionados al suspense.

12. Acuérdate de Acapulco, de Rosa Beltrán

«Acuérdate de Acapulco» de Rosa Beltrán es un libro que nos sumerge en una atmósfera nostálgica llena de recuerdos de viajes a la emblemática playa de México. A través de las palabras de la autora, nos adentramos en las costumbres de aquellos viajes, explorando los lugares icónicos y descubriendo la magia de ese destino turístico. Sin embargo, Beltrán también aborda los peligros y conflictos que acechaban en ese ambiente caracterizado por el exotismo y el impulso juvenil. Con una prosa evocadora, la autora nos transporta a un pasado lleno de emociones y experiencias inolvidables en Acapulco.

En conclusión, la colección Vientos de Pueblo del Fondo de Cultura Económica ofrece una selección diversa y enriquecedora de obras literarias que abordan temáticas relevantes y cautivadoras. Desde los relatos de Elena Poniatowska hasta los cuentos de Horacio Quiroga y Edgar Allan Poe, cada libro transporta al lector a distintos universos narrativos. Además, cabe destacar que esta colección se destaca por su accesibilidad en términos de costos, permitiendo que un amplio público tenga la oportunidad de disfrutar de estas joyas literarias. Con Vientos de Pueblo, la lectura de calidad está al alcance de todos, promoviendo así la difusión de la cultura y el placer de la lectura.


¿Por qué te da sueño al leer? Causas, estrategias y consejos para evitarlo

¿Por qué nos quedamos dormidos al leer?



Causas fisiológicas y biológicas del sueño al leer

  • Ritmos circadianos
  • Melatonina y adenosina
  • Trastornos del sueño (narcolepsia, apnea)

Causas médicas, psicológicas y farmacológicas

  • Enfermedades que causan fatiga
  • Medicamentos con efectos sedantes
  • Depresión y agotamiento emocional

Fatiga ocular y mental

  • Exposición prolongada a pantallas
  • Esfuerzo ocular y mal uso de lentes
  • Leer palabra por palabra

Factores ambientales que inducen el sueño al leer

  • Iluminación
  • Postura corporal
  • Sonido, temperatura y momento del día

Hábitos de lectura poco efectivos

  • Espacios inadecuados para leer
  • Lectura pasiva y falta de objetivos
  • Hambre, sed o mala digestión

Estrategias para no quedarse dormido al leer

  • Crear un entorno ideal de lectura
  • Técnica de los cinco minutos sin distracciones
  • Lectura activa: subrayar, anotar, parafrasear
  • Leer en voz alta o compartir lo leído

Ejercicios para evitar fatiga ocular y mental

  • Regla 20-20-20
  • Ejercicios oculares y pausas físicas
  • Hidratación y alimentación ligera

Higiene del sueño y descanso adecuado

  • Rutinas previas a dormir
  • Evitar pantallas y cafeína por la noche
  • Dormir bien para poder leer mejor

Conclusión y experiencia personal

  • Cuando leer se vuelve una lucha
  • Cómo aprendí a adaptar mi lectura a mi cuerpo
  • Lectura como placer, no como tortura

Recomendaciones finales

  • Libros ideales para antes de dormir 
  • Enlaces útiles y bibliografía

Destacado

Licantropía, un cuento de Angela Carter

Introducción a “Licantropía” de Angela Carter Angela Carter es una de las autoras más innovadoras y provocadoras de la literatura contemporá...

Lo más leído